Soy un hombre que siempre se ha interesado solo en los márgenes del cuerpo y del espíritu, en las fronteras. Las profundidades no me interesan. Se los dejo a otros, porque son temas frívolos y comunes. ¿Qué hay en el límite extremo? ¿Solo un jirón colgando en el vacío? En la tierra, el hombre está aplastado por la gravedad, su cuerpo está encerrado en una armadura de músculos; suda, corre, golpea y, aunque con dificultad, salta. Sin embargo, a veces, realmente he vislumbrado, en la oscuridad del cansancio cegador, un indicio del color de lo que llamo “el amanecer de la carne”. En la tierra, el hombre se entrega a aventuras intelectuales, como si pudiera volar hacia el infinito. Inmóvil frente a su escritorio, intenta arrastrarse más y más de rodillas, hasta las fronteras del espíritu, desafiando el peligro de caer al vacío. En esos momentos (aunque muy raramente) incluso el espíritu puede vislumbrar su propio amanecer. Pero el cuerpo y el espíritu nunca se fusionan, nunca podrían volverse iguales.
Tomado de: Yukio Mishima, Sun and Steel
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